Rebeldía bien entendida
Como sabemos la adolescencia es una etapa de cambios
importantes a nivel físico y emocional.
Mucho se ha escrito sobre los cambios físicos que
¨sufre¨ el adolescente y estos son los que mejor han sido entendidos por los
adultos.
¿Pero qué pasa con los cambios que tienen que ver
con lo emocional?
Estos son los más difíciles de comprender y de aceptar
por parte de los padres y adultos que integran el entorno del chico o chica.
Se dice que en esta etapa ya no respetan a nadie ni a
nada, que ya no son los mismos de antes, que no tienen valores, etc.
Yo no creo en estas afirmaciones, basta con detenernos
a pensar y a recordar nuestra propia adolescencia y nos damos cuenta de que sí
las cosas importan, de que sí hay valores.
¿Entonces cuál es el problema?
En realidad,
el problema no existe, como tal.
Los padres y
la familia están acostumbrados a un niño tierno, dulce que siempre hizo y opinó
lo que la familia decía y opinaba. Y esto también es normal, cuando somos niños
vivimos, pensamos, razonamos y sentimos, como lo hacen nuestros padres. El tema
se complica cuando entramos en la adolescencia, porque una de las cosas que
suceden en esta etapa es el cuestionamiento de todo lo que hasta ahora era
cierto.
Entonces el
niño deja de hacer lo que le decimos para pasar a experimentar y sacar sus
propias conclusiones, pasa a tener sus propias opiniones, que por lo general
son diferentes a las que tienen los adultos de su entorno. Se animan a expresar
sus ideas y pensamientos y a defenderlos frente a todos. Es verdad que a veces
lo hacen con mucho “entusiasmo” y eso trae conflictos en la familia.
Este proceso
es necesario si queremos que sean, en el futuro, adultos responsables y sanos.
Esto les permitirá ir adquiriendo seguridad y confianza en ellos mismos, de
manera que podrán ir marcando su propia frontera, con sus propios límites.
Los adultos
debemos aceptar que a veces sus límites nos dejan por fuera de algunas cosas de
su vida. Y está bien que sea así, tienen su vida privada y es respetable.
Debemos
aceptar que ya no somos lo único y más importante para ellos, sino que nos
reconocen como sus padres o referentes y comienzan a vivir su vida de acuerdo a
sus convicciones.
Nos da miedo
que tengan golpes, dolores, que sufran y tratamos de darles todo “digerido”
para que su vida sea más fácil que la nuestra; pero es imposible, tienen que
tener sus dificultades, sus golpes, su dolor y también sus alegrías, para poder
crecer seguros de sí mismos. No podemos negarles la experiencia de VIVIR.
Confiemos en
que tienen las herramientas necesarias para enfrentarse a lo que pueda venir. Y
si no es así, es importante que sepan que pueden recurrir a nosotros, los
adultos referentes, en busca de ayuda, sostén…
Es una etapa
donde no solo crece el niño sino también los adultos que lo rodean. Ellos nos
enseñan a través de su proceso a realizar también nuestros cambios.
Entreguémonos
al fluir de este momento, escuchemos con el corazón y la mente abierta y
veremos que será más fácil el tránsito de este momento de vida.
Todo cambia
y en el cambio crecemos.
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